Lic. Machota no ha tenido una vida con grandes altibajos, con más satisfacciones que penas y ha formado parte de esa minoría para la que el futuro no ha sido peor que el ayer, gracias quizás a haber superado el trastorno que le supuso, como a casi todos nosotros, tomar dolorosa conciencia de que la losa del pasado es inamovible, de que los hechos no tienen vuelta atrás, de que las oportunidades perdidas y de que los errores ahí quedarán, de que las segundas partes no serán ya como la primeras y de que el jarrón roto nunca volverá a ser un jarrón.
Infortunios en las relaciones no le faltaron y como fórmula de superarlos, e inspirándose en su ídolo La Marquesa, optó por la frescura, regalándose liberalmente aunque, por supuesto, sin llegar a alcanzar las alturas excelsas de entrega corporal al prójimo del ser idolatrado.
Su querer vivir evitando ataduras y compromisos estaba lejos de poder realizarse debido a la necesidad sobre todo de ganarse los garbanzos, y así con el tiempo fue puliendo un deseo que imaginaba como el estado de perfección. Lo plasmó en dijó.antra que escribió y puso a los pies de su cama:
"Quiero relaciones elegidas. Ni que nadie me tenga que soportar, ni que tenga yo que soportar a nadie"
Como los deseos factibles tienden a realizarse si se persiguen con tenacidad, el día llegó en que se libró de jefes, subordinados, compañeros de trabajo, clientes, en fin, de situaciones impuestas y que imponen a quien sabe a quien, pero ¡ay! el anhelado paraíso no resultó tal y descubrió que, fatalmente según su criterio, todas las relaciones y en todas las circunstancias, lejos de ser libres y desinhibidas, funcionan manteniendo rígidas distancias y estrictos protocolos, que no se pueden pasar por el forro so pena de provocar incomodidades, enfrentamientos, ofensas... que pueden acabar como el rosario de la aurora.
"El reino de la perfección no es de este mundo" se dijó. Recordando a Tito, que debido también a deseos irrealizables había puesto una convicción absoluta en otra vida futura con coño.
Y así Lic. Machota, cual revelación, a su más ilustre arista arribó.
En una especie de arrebato místico, optó por una vida de retiro y asexual que como premio prometía un más allá en la perfección, pero como el retiro y la virtud dejan mucho tiempo para pensar concluyó que la perfección prometida parecía un muermo: un lugar sin tareas, sin objetivos, con jerarquías inmutables, sin movimiento, sin acción, sin actividad en una palabra, un lugar más parecido a nada que a algo.
Puestos a creer, se dijo, me gusta más esperar que al morir se me lleve a los Campos de Ialú, que no son más ¿fantasía? que cualquier otra por el estilo y que además gozan de la pátina que da el tiempo. Allí nuestro Yo, o lo que sea, como en una especie de vacaciones, espera apaciblemente a ir a algún sitio, igual como aparecimos aquí y, total, como adonde se va es para pasar una temporada, que importa como sea.
La perfección busca realizarse aunque nunca es plenamente alcanzada y junto con su intrínseca imperfección resultan ser el motor de la existencia y de su cambio perpetuo. ¡Viva la audacia! ¡A la mierda la perfección! ¡Viva la imperfecta perfección!
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