De Títulos, Travesuras, Embustes y Placeres
En la terraza de la discoteca Oratemence, Laniño se ha prendado de lo que considera un bombón y también ha interpretado que le correspondía a sus miradas. Es necesario aclarar aquí que físicamente Laniño está al abrigo de toda mirada de deseo con lo cual podemos valorar así adecuadamente su error de apreciación. Laniño salta de alegría cuando al salir de la discoteca uno de su grupo le dice que su objeto del deseo se reunirá más tarde con ellos. Se trata de una pequeña travesura, de un inocente embuste para animarle la velada. El embuste en si no es ni bueno ni malo, y el que nos ocupa es conocido religiosamente como la virtuosa "pia frau". No ha sido este el único hecho extraordinario de la noche para Laniño, antes de ir a la discoteca, estando At Lluïsa, ha oído algo que le ha parecido inverosímil y con lo que inicia nuestro diálogo.
Laniño - No podía creer lo que oía, ni nunca hubiese imaginado oírlo, un joven explicaba a Lluïsa que estaba muy preocupado pues iba a dar clases de contabilidad a un grupo y que de contabilidad no sabe ni papa. ¿Cómo puede dar alguien clases sin el título de maestro?
Perillan - Un amigo mío estuvo varios años dando clases de inglés en una prestigiosa escuela y de inglés no sabía prácticamente nada. Era maestro de inglés básico, por supuesto y, según me explicó, se leía antes de la clase la lección en el libro del maestro. En varios años sólo un alumno lo caló y lo tenía negro pues le hacía preguntas que no figuraban en la lección. La cosa fue desastrosa en una ocasión pues le preguntó como se decía armario y no supo contestarle y quedó así en evidencia delante de toda la clase.
Perfida - Ya hay que echarle morro para ir de maestro de algo que no sabes ¡lo que se hace por dinero! Lo del título es harina de otro costal. Yo aprendí inglés con un maestro que no tenía título pero que lo sabía perfectamente y además le ponía ganas y sabía enseñar. Se peca de titulitis, sólo importa tener un titulo, todo el mundo quiere tener un título sea de lo que sea. Hay que ver como proliferan los diseñadores, estilistas, chefs, misses y misters de todo pelaje y demás epitetos bien sonantes.
Pingo - Basta ver el inglés que saben los estudiantes de enseñanza, y los maestros son titulados. Espero que las demás materias las aprendan mejor. A los estudiantes más les importa aprobar que aprender. El título es lo que importa.
Bullebulle - Un título de enseñanza certifica que quien lo tiene ha asistido a unas clases y ha pasado unos exámenes, no significa que quien lo ha conseguido sea una eminencia. Cualquiera con una inteligencia corriente puede conseguirlo.
Trasta - Conocí a un psicólogo, jefe de psicólogos para más inri, y todo lo que le oí referente a la psicología eran disparates, y también a un médico especialista que quizás era muy bueno en su profesión, pero en su día a día sólo hacía y decía tonterías.
Epitetado - Para desempeñar bien un trabajo basta con ser capaz para ello, no hace falta ser un genio. El mundo funciona gracias a la mediocridad, entendida en el buen sentido de la palabra. Lo que se considera genialidad son logros en materias que nuestra cultura valora y admira y quizás obtenidos por casualidad o por estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. En todo caso tener mayor inteligencia o determinada habilidad es lo mismo que ser alto o bajo, es simple cuestión de la naturaleza de cada uno y no hay por que darle mayor importancia.
Perfida - Conocí a un soldado que hacía la mili forzosa a los veintiséis años debido a que había pedido prórroga de estudios. Era abogado y un día le quise hacer una consulta legal y su respuesta fue "se puede mirar" y así me quedé, por lo visto no sabía nada de nada y encima el "abogado" era fetichista cleptómano pues se dedicaba a robar calzoncillos en grandes almacenes. En otra ocasión visité a un abogado y para resolver mi pregunta se bajó un libraco y leyó un texto para que lo interpretáramos conjuntamente. Al preguntarle si tenía posibilidades de ganar si ponía un pleito no me dio ni un si ni un no. Muchos que estudian creo que no se enteran de nada.
Pingo - Atribuimos a los títulos virtudes que nada tienen que ver con el hecho de que uno haya estudiado. Les atribuimos honorabilidad, respetabilidad, autoridad, honradez, y lo peor, omnisapiencia. Todo esto nos hace fáciles víctimas de los errores o embustes que nos pueda colar cualquiera que exhiba un título.
Bullebulle - Todas esas supuestas virtudes que describes las queremos creer porque así nos permitimos quitarnos el problema de encima y delegarlo en otro, y esto nos produce placer. Somos en realidad víctimas de una travesura de nuestro placer.
Laniño - Un amigo mío se hizo unas tarjetas que ponían que tenía cinco carreras cuando no tenía ninguna. Nunca pretendió ejercerlas, de las que aparte no sabía nada, ni tampoco quería hacer fechorías, solamente las daba para darse importancia.
Perillan - Contar trolas para presumir es algo que vemos todos los días, aunque no de una manera tan gráfica como lo hacía tu amigo. Es un tipo de embuste inocente y hasta candoroso. Hay gente que se enfada cuando le cuentan este tipo de mentiras, yo nunca las contradigo. Que tonterías ajenas que en nada te perjudican te enfanden me parece una idiotez, al igual que te importen cosas que ni te van ni te vienen o sobre las que no pintas nada.
Perfida - En mi primerísima juventud trabajé en un hotel cuyo director, al que llamaré Sr. Loccas, no tenía título. Era además director de otros dos hoteles del mismo propietario. En aquellos tiempos, no se ahora, para ser director de hotel debías tener el título correspondiente. Lo que sucedía, y creo que era bastante habitual, era que se pagaba a alguien con título para que figurase de director aunque no ejercía. Al que figuraba de tal en el que yo trabajaba nunca lo vi. Creo que el Sr. Loccas no tenía estudios, no sabía ningún idioma, y no hacía absolutamente nada. Todos sabíamos que no debíamos irle con ningún problema, los que surgiesen debíamos resolverlos nosotros. Su gran habilidad consistía en cultivar una actuación, un estilo y una presencia que imponían una gran autoridad rayana en el temor, ello era más que suficiente para que todo funcionase. Reñía a los encargados diciéndoles que tenían que saberse imponer, tener más autoridad; no los atacaba directamente a ellos. Nunca hasta entonces había visto, ni podía imaginar, a hombres hechos y derechos haciendo aquellos humillantes doblamientos de espinazo, y sin que nadie se lo exigiese.
Trasta - ¿Y tú también hacías indignos doblamientos, Perfida?
Perfida - No tendría problema en reconocerlos si los hubiese hecho. Me parecían comportamientos innecesarios y fuera de lugar. Lo que hice y que he hecho siempre fue aprender el entorno y adaptarme a él. Comence entonces a aprender que lo que importa es ser intachable sin que se te note. Ninguna otra herramienta es más eficaz.
Pingo - ¡Bravo Perfida! La naturaleza nos enseña que quien triunfa es quien mejor se mimetiza con el entorno, quien se sabe invisibilizar o adoptar un disfraz. Hay que ver los disfraces que adoptan algunas plantas. No olvidemos que nadie quiere que no compartas sus fes o sus flaquezas.
Perillan - Uno se fortalece si dobla el espinazo como farsa, al igual que gran frustración siente quien lo vive como humillación y se tiene que mirar cara a cara con su indignidad. Las frustraciones crean un veneno que es vía directa hacia los ansiolíticos y a convertir en tóxicos el carácter y las relaciones. Los comportamientos impertinentes o violentos son la exhibición de una falsa fuerza que quiere compensar lesiones al sentido personal de importancia.
Bullebulle - Un artista del mando parece ser que era el Sr. Loccas y esto es algo ninguna escuela puede enseñar. Sabía quien le devolvería deshonrosa sumisión a cambio del placer de ser reñido, otro infantilismo muy corriente. El deseo de placer nos planta sus exigencias por intrincados vericuetos y con harta frecuencia nos hace víctima de sus travesuras, y la tonta satisfacción de sentirnos importantes es una de ellas.
Como antes apunté el poder del embuste radica en que sus promesas nos producen placer. Los embustes se presentan en grados de distinta complejidad que yo dividiría en tres. El embuste1 es el directo y el más fácil de detectar, como ejemplos tenemos los timos y la mentira tonta. El embuste2 es difícil e identificar, es el que se basa en el manejo por capas de engaños, verdades, medias verdades y silencios. Sus resultados son, como ejemplos, el hacernos caer en planteamientos o enfrentamientos idiotas o inútiles para nosotros, como las históricamente célebres discusiones sobre el sexo de los ángeles; hacernos creer la falatencia, que consiste en crear el espejismo de competencia, y que no necesita ser amañada ya que el embuste consiste en que da igual lo que elijas. El embuste3 resulta tan indescifrable para el común de nosotros como las altas matemáticas o la física cuántica, y cuyo virtuosismo consiste en resultar invisible, indectable, que se ignore que existe. Este resultado representa un momumento a la inteligencis.
Saber disfrutar de los placeres evitando sus travesuras nos previene entre otros de las consecuencias negativas, hasta catastróficas, de los embustes.
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