La moda de tener perro tan extendida hoy en día se fue extendiendo hasta el punto de que quien no tenía llegó a ser visto como hereje, pecador de soberbia que no quería recoger mierda por la calle.
Según fue descendiendo la población humana iba aumentando la de mascotas y lo moderno llegó a ser tener una docena de todas clases con lo que se convirtieron en un gran sector económico, el octario para ser exactos
Al mismo tiempo la ecología, convertida en obligatoria, acabó revolviéndose contra las bicicletas que tanto había promovido hasta el punto de ser castigado no ser visto públicamente montando bicicleta cada día. Se argumentó que consumían recursos limitados y así llegó la hora del burro que combinaba las funciones de mascota y medio de transporte biodegradable además de gran promotor del campo que debía proporcionarle hierba, un recurso renovable.
El arranque fue el turismo que se volcó en los burro-taxis y su tenencia sólo la podían tener cofradías, no los individuos, como paradigma de la economía colaborativa.
El burro se convirtió en bandera de una filosofía que destruía la tontería de atribuir a los animales valores humanos: que el pájaro es libre, el caballo noble, la rata traicionera, el perro fiel, y hasta se sugirió que el considerar al burro idiota había nacido de la envidia por la cosa morcillona que se puede observar entre sus piernas en la foto de arriba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario