Toroldo nos ha hecho saber de una realidad del año 6969 que nos ha dejado estupefactos y que detallaremos en el próximo capítulo. Hoy explicaremos su orígen.
En el siglo XXII la promesa de cambio político, motivadora durante siglos, había caído en el descrédito por razones obvias y su vacío fue ocupado por la transparencia. Palabra mítica que empezó a usarse décadas atrás y que llegó a invadirlo todo. Cristal era el nombre personal más común. Los ayuntamientos iniciaron la moda de tener paredes de cristal, moda que rápidamente se extendió y los nuevos edificios y los que se rehabilitaban tenían también las paredes de cristal.
La abreviatura trans invadió las conversaciones: "soy super trans" "tienes que ser más trans" "mi novio no es lo trans que me gustaría" y frases parecidas se oían por doquier.
Y un hecho que parecía intrascendente, palabrería política en tiempo de elecciones, giró el rumbo de la historia.
Una candidata a concejal con el nombre de rancio abolengo de Exuperancia al que añadió Translúcida para estar al día, estando en el programa de televisión Transparencia Super Plus dijo:
"la Obediencia a la que sirvo me ofreció ponerme la tercera de la lista, posición en la que seguro que salgo, ofrecimiento que me dejó anonadada y se me tranquilizó diciéndome que sólo tendría que leer una vez al mes un discurso que me darían. Acepté, pues el sueño de mi vida era como el de todo el mundo que me tocase la lotería y en su defecto conseguir una poltrona bien pagada, como además me encanta el carnaval me dije: pues me disfrazaré de concejal. Mi verdadera vocación es vivir como una boba inútil"
Esta declaración en otro tiempo hubiera sido impensable y el escarnio hubiese hundido a quien se atreviera a decir tales verdades, pero en la Era de la Transparencia resultó apreciadísima y Exuperancia fue la más votada y además convertida en ídolo de masas.
Su ejemplo cundió y se puso de moda decir verdades descarnadas al tiempo que se oía por doquier "quiero ser boba"
Con el paso de los milenios la tendencia se acentúo y el escarnio caía sobre quien era pillado en mentira.
Si imaginasemos el futuro en el año 6969 pensaríamos en algo muy fashion, con toda clase de sofisticaciones y aparatos raros, frases en arameo -en inglés serían una horterada- pero jamás se nos hubiese podido pasar por la cabeza que en el mundo hubiese sucedido una revolución de tal magnitud: en el año 6969 no existe la mentira.
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