Yo Blediano

domingo, 11 de octubre de 2015

Loro con Besugo


enséñame lo que no tengo que decir!

Toroldo hace uso de estas dos entrañables figuras para su narración de hoy. No, no se trata de un plato de cocina actual de loro de la antárida caramelizado con el aliento y una reducción al nirvana de salsa de miel de búfalo prehistórico en maridaje con besugo del himalaya sobre un lecho de algas que no son algas y una deconstrucción de hueso de oliva mártir. Las descripciones de la cocina de hoy día son en realidad una radiografìa de sus consumidores.
Y ya que estamos de cocina, Toroldo nos da una sencilla fórmula con la cual cualquiera puede convertirse en gran cocinero. Coge la receta de un plato que te guste, prepárala reparando sobre todo en los detalles, la maestría en el detalle es la clave: cantidades exactas, proceso de elaboración, tiempos de cocción, temperaturas. Infórmate todo lo que puedas sobre el plato y practica hasta que logres una obra de artesanía. Repite este proceso con cuatro platos más, bien distintos entre ellos, y serás mejor cocinero que la mayoría que encuentras en los locales a los que vas en donde además con frecuencia hay "camareros" que ignoran que no se debe retirar el servicio y dejar al cliente con la mesa pelada.

Loro es un símil que usa Toroldo para referirse al individuo impensante que se limita a repetir lo que oye, aunque a veces según el aforismo de Cioran " Piensa, y no quiere hacerlo, porque la fe es impensada y la vocación, una segunda piel, y el que piensa y no empeora es que no piensa " El loro busca la seguridad del rebaño y su "pensamiento" lo consituye una reducida colección de tópicos y de lugares comunes. Repitiéndolos espera conseguir la aceptación y el aplauso del rebaño.

El loro muta a besugo para participar en "diálogos de besugo" en los que los dialogantes hablan sobre cuestiones de las que saben poco o nada y de las que son ceros a la izquierda. Estos "diálogos" pueden devenir en discusiones que acaban con amistades.
Ahí tenemos a Mili y a Al discutiendo acaloradamente sobre una noticia del diario sobre política internacional. Su vago conocimiento del tema se limita a la información de las noticias, queda fuera de sus posibilidades saber, siquiera imaginar, que se cuece en los centros de decisión, lo que no les impide defender sus respectivos puntos de vista al punto de insultar al otro. Su radical posicionamiento no responde al conocimiento sino al sentimiento y su poder de influir en los acontecimientos se limita a dar un donativo a una ong y en otros casos a votar el día que toca a Lalo o a Lola, miembros de la misma familia en la que todos gozan de buena paga y seguridad de por vida.

El conocimiento es tarea ardua que requiere altísimas dosis de audacia y valentía para superar el vértigo y la soledad de las alturas. Virtudes desde luego poco corrientes.
Menos corriente todavía es llegar a lo que podríamos considerar la puerta de la sabiduría: tomar conciencia de la infinita inmensidad de la propia ignorancia. Práxedis dixit.

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