Miss Leder debe su apodo a que acostumbrada ponerse en verano un pantalón corto de cuero con cintas a modo tirantes como toda indumentaria, se supone que para excitar a los soldados, principales clientes de un bar del que compartía la gerencia junto a otros dos socios, ambos también de maravillosa reputación y de hechos a la altura de Miss Leder. Jili Poleli solía comentar que le hubiese gustado hacer un análisis psicológico del soldado que se hubiese excitado con la pinta y contornos de Miss Leder.
Esta es una de las tres facetas de este ser que fascinaban a Jili Poleli.
La segunda era la virulencia con que despotricaba y del odio que parecía sentir por su media naranja matrimonial. Nunca Jili Poleli se había encontrado con un caso tan extremo. Casados que hablen bien del matrimonio son escasos pero la intensidad de Miss Leder era de un nivel inédito. Le gusta a Jili Poleli el refrán que viene al caso "el matrimonio es como el castillo asediado, los que están fuera quieren entrar y los que están dentro quieren salir".
- Tiene que ser desastroso encontrarse tan mal dentro y no poder salir, reflexionaba Jili Poleli. ¿O no se sale por por tortuosos vericuetos de la mente?.
La tercera faceta y la que consideraba más única era su forma de ligar: producir pena y compasión.
La técnica consistía en coger a uno por banda y largarle una interminable letanía de males, especialmente la pérdida de visión cuyo resultado sería la ceguera.
- Dejáme que te pueda mirar, decía con voz suplicante, ya que pronto no te podré ver; era el argumento preferido.
Sutilmente la conversación derivaba a tocar fibras vanidosas del oyente y se ofrecía a ayudarle en un programa Maximizador De Músculos, lo que le brindaba la oportunidad de tocar y palpar aquí y allá.
- Qué falta de dignidad. Qué manera de perder el tiempo, se decía Jili Poleli.
Más sorpresa se llevó, y casi no podía dar crédito, cuando supo que este era prácticamente todo el sexo de Miss Leder, que muy pocas veces iba a más.
Suele suceder que vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la biga en el propio.
El sexo de Jili Poleli resultaba ser muy parecido sin ser consciente de ello. Interminables conversaciones, tocamientos con excusas de masajes y otras. Siempre pretendiendo la castidad y ausencia de intención de los magreos.
Es harto frecuente que como consecuencia de represiones sexuales el deseo se enmascare y que no se identifiquen como sexo acciones sólo movidas por este interés, aunque nunca cruzando la línea que las convertirían en obvias, hecho que las barreras mentales evitan a toda costa incluso impidiendo ser reconocidas por el propio interesado.
También a los mismos motivos puede deberse que realmente sea la conquista, motivada quizás además por la vanidad, y no el resultado lo que interesa y una vez logrado este el deseo se extingue. Conocederas de este hecho, instintiva o conscientemente, muchas personas eternizan la conquista sin permitir, o no poder aceptar, su culminación.
Caso distinto es el de mentes sutiles y desinhibidas que saben encontrar placer más allá de lo puramente genital y que incluso puede prescindir por completo de este. Su desinhibición les abre anchas vías insospechadas para otros o que no se atreverían a transitar o siquiera a querer imaginar.
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