En la sociedad occidental se imagina el amor como una experiencia romántica, donde la persona que amas llega a los anhelos y expectativas más profundos. Buscamos a la persona para sentirnos completos, ya que creemos que al encontrarla, si es la adecuada, se colmará nuestra necesidad y por fin seremos dichosos.
Pero hay otra forma de amar: El amor tántrico.
Este amor no es la proyección de una carencia, sino la manifestación de una presencia y un estado energético rebosante. Es la manifestación de tu ser verdadero, cuando trasciendes el ego.
El tantrismo no es sólo ascetismo ni hedonismo; valora el placer, considerando que implica mucho más que sexo pues implica la sabiduría.
Cuando practicas el amor tántrico estás haciendo el amor con tu propia existencia. Las personas son sólo puertas, accesos al todo. Mediante el sexo tántrico y a través de encuentros prolongados y relajados, siguiendo algunos rituales, los amantes pueden conseguir una unión física y espiritual tan intensa que los orgasmos llegan a sentirse con todo el cuerpo. Por esta razón, se dice que el Tantra es el culto del éxtasis.
Gracias al amor tántrico tienes la posibilidad de gozar de ti mismo y ser feliz
En el Tantra es fundamental conectarse con el presente para disfrutar de cada paso. La mayoría de las ocasiones, nuestro estado de conciencia se ve afectado por nuestro propio interés por el orgasmo. Y concentrar nuestra atención en algo que está por llegar, hace que nos perdamos el maravilloso momento presente.
Para el Tantra, todo contacto sexual, por trivial que sea, es sagrado, cósmico, aun cuando los que lo lleven a cabo lo ignoren, como sucede casi siempre. Por lo demás es lo que distingue la unión tántrica del coito profano.
Hacer el amor se convierte en un acto sagrado cuando se involucra el tantra en la relación.
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