Yo Blediano

sábado, 22 de septiembre de 2018

Infelicidad bienquerida bienfollada

Sechs - El sábado pasado, ya de madrugada, estábamos en un pub y dentro de nuestro grupo se conocieron dos jóvenes, y estaban de animada cháchara cuando de repente arrancan a llorar y se abrazan. Me picó la curiosidad y me acerqué junto a los demás a indagar y resultó que compartían problema pero de manera inversa. Ella tenía amor pero no sexo ya que su pareja no se lo daba, él no tenía problema para encontrar sexo aunque no le aparecía el amor que anhelaba. Por sus respectivos motivos ambos tenían depresión, ambos visitaban al psiquiatra y ambos tomaban las mismas pastillas. ¿Curioso no?
Esta explosión de emotividad se contagió, se les unieron otros lloros y se oyeron muchos comentarios de comprensión. Sólo dos se mostraron indiferentes. Se ve que hay gente sin sentimientos.
Hay que ver lo complicadas que son las relaciones, y cuanto más cercanas más difíciles resultan. Por lo visto se producen muchos divorcios después de las vacaciones, septiembre resulta el mes del año en que hay más. Conozco de primera mano el caso de amistades de años que se han roto definitivamente después de ir juntos de viaje.
Hay situaciones que sobrepasan a la persona y que la vuelven incapaz de manejarlas, como ejemplos tenemos la gustifobia, a quien el tener pareja le produce unos celos y posesividad incontrolables o un desasosiego que le altera por completo; a quien el beber hace que se le vaya la olla y termina con problemas.
Me gustaría saber que porcentaje de parejas, socios, convivencias y amistades íntimas funcionan con verdadera armonía y sin inquinas.

Neun - Las relaciones funcionan según la compatibilidad, si no la hay nada se puede hacer, y si la hay en el grado que sea, se tienen que conocer y respetar las distancias y no pedir peras al olmo. Los problemas que cuentas se deben, unos a aferrarse a deseos o expectativas irreales y los otros a establecer una excesiva y no funcional cercanía que acaba quemando. Con frecuencia oímos la tontería de que los demás deben cambiar ¿Y por qué tendrían que hacerlo? ¿Cómo sabes que les conviene? ¿Para satisfacer tus gustos o tus ideas? Cambia tú en todo caso, siempre queda mucho por hacer sobre uno mismo.
Esto de que hay personas sin sentimientos es otra tontería. Lo que hay es una diferente gestión y expresión de las emociones. ¿Has conocido alguna vez a alguien incapaz de sentir miedo? Si alguien no tuviese sentimientos no podría sentirlo y esto no lo has visto nunca. La capacidad de dominar el miedo está bien vista, también a una autoridad se le espera un control de las emociones y no ser una loca arrebatada. En lo demás casos el dominio de las emociones es visto como frialdad e insensibilidad, cuando la cualidad humana por excelencia consiste precisamente en el dominio, que no represión, de las pulsiones primarias. Los desatinos que vemos y sufrimos se deben a trastornos o un pobre control de las emociones.
Las ideologías, tanto para sus adeptos como por quienes los manejan, y por las que muchos están dispuestos a matar y a sacrificar su vida y que se llegan a poner por encima de toda relación incluso la filial, básicamente responden a pulsiones como el miedo, la codicia, la vanidad, la envidia... aunque todas son heraldos de la verdad y el bien para sus creyentes, al igual que las de los otros paradigmas de la malignidad y la mentira, con la paradoja que sobre las de los otros se puede mentir sin recato ni pudor.
La inteligencia y el pensamiento lógico no vacunan contra las insensateces de la imaginación o las anteojeras mentales. Enfrentarse a las imbecilidades, tanto propias como ajenas, deviene en el efecto contrario al deseado ya que provoca un efecto de defensa y refuerzo; eficazmente se las combate exagerándolas ya que su superación sólo llega cuando se comprende su ridiculez.

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