Evitaba ir a un estanco porque me molestaba el nerviosismo del estanquero, pero como el tabaco es una demanda inelástica me he visto en la tesitura en varias ocasiones de tener que ir por eventual proximidad. Adaptándome al carácter del estanquero, labor de invisibilidad, he ido descubriendo que cumple con dedicación su labor, lleva con propiedad su uniforme de estanquero.
Todos llevamos, nos ponemos y quitamos uniformes y disfraces y también se los ponemos a los demás.
El que busca pareja lleva el correspondiente uniforme en el bolso y busca a quien le encaje y bien puede suceder que al ponérselo mute en disfraz. Si queremos caer bien o conquistar a alguien nos disfrazamos adecuadamente, lo mismo que en toda ocasión en que queremos dar una imagen que no se corresponde con nuestra realidad.
El uniforme implica autenticidad, lo que lo convierte en un bien escaso, lo que abunda y nos rodea por todas partes es el disfraz.
Todo el que trabaja, ocupa un cargo o hace un papel que no le corresponde es un disfrazado como también quien ha sido colocado en un puesto representando la voz de su amo y cuya misión es ser un actor que resulte creíble.
Descubriendo a los disfrazados evitarás que te tomen el pelo y disfrazándote adecuadamente evitarás que los farsantes te hagan su víctima.
El grado superior, donde está el verdadero poder, es la invisibilidad y alcanzarlo es el resultado de crearte un auténtico carácter.
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